Con mis palabras


viernes, 18 de septiembre de 2009

En esta vida


Ella es Juana, tiene sesenta y tres años. Él es Juan, tiene catorce. Hoy comparten el banco y la fotocopia del cuento, que es de Juana. Primer día de clases después de las vacaciones de invierno.
Son los únicos que se le animaron al frío y a la noche. En la escuela no hay estufas. Nos miramos sonriendo porque, a pesar de todo, hay clima de intimidad y de familia. Leemos a Maupassant; ellos siguen mis explicaciones tomando notas marginales.
En un intervalo, le pregunto a Juana por sus vacaciones:
— Y…, lindo, porque salgo de mi trabajo a las siete. Yo trabajo en una casa de por acá cerca, pero vivo en Saavedra, así que me volvía temprano…con este frío.
Juana es mucama. Enjuta y austera, tiene el viento cálido de Catamarca en la cara y en la voz.
Juan sonríe. Se lleva bien con Juana. A él también le pregunto por sus vacaciones:
— Bien, me fui a esquiar. A Aspen, Colorado. Me fui con mis viejos.
Su voz tiene un dejo autoritario: firme pero sereno. Es pequeño, el pelo rapadito y está bronceado.
Todos sabemos que está en la Federación de Tenis Internacional y que los grandes del tenis con los que se codea le recomendaron que terminara el secundario. Con su habitual estilo práctico, eligió este colegio nocturno de las afueras de Recoleta que no le trae complicaciones.
Juana sonríe. En otra vida podría haber sido la mucama de Juan, o su niñera. En esta vida, es su compañera de banco y le presta la fotocopia. Yo también sonrío.
Volvemos a Maupassant. Afuera estalla el mundo y hace frío. Adentro, la ceremonia del aprendizaje.
Esta historia es real. Los nombres, también.

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