Con mis palabras


sábado, 27 de febrero de 2010

El tiempo se escurre entre los dedos

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El tiempo se escurre entre los dedos. Granos de arena, cada grano un día, una hora, un minuto, un segundo. Todo se escurre y es frágil y es efímero. Todo está hecho para perderse.
Esta es la historia de una persona que carga con toda su vida en un pequeño bolsito de loneta gris. La persiguen los nazis. Ella corre hacia la plataforma del tren con su pequeño bolsito de loneta gris. Debe alcanzar ese tren para poder huir a la frontera. Del otro lado, adonde no pueden atraparla, viven sus padres ya ancianos. No será fácil llegar. No es fácil salir. En principio ya no recuerda exactamente quién es ni porqué la persiguen. No recuerda si es hombre o mujer, joven o viejo. Antes tenía sueños premonitorios que la preparaban para lo que vendría, pero esos sueños ya han desaparecido hace mucho tiempo. La persiguen porque es judía probablemente. Ella llega ante el tren. Carga con su bolsito de loneta gris que contiene toda su vida, su pasado, todas sus posesiones caben allí. Y es lo primero que arroja dentro del tren que comienza su marcha lentamente y ella se sube de un salto. El andén se pierde en el horizonte que se incendia en un atardecer rabioso. El rojo ardiente de la puesta del sol convierte al horizonte en un paisaje bellísimo y dulcemente triste. Allí está la frontera. Allí viven sus padres ya ancianos que la esperan. Su padre, que había muerto, y ahora tiene el pelo blanco la espera junto a su madre. Pero ella ahora está sola de este lado y no tiene más que su pequeño bolso de loneta gris. Los nazis también logran subir al tren y la persecución sigue arriba. Ella corre de un vagón a otro. En uno de ellos, en lugar de asientos, hay una larga mesa en el medio donde los pasajeros pueden comer, sentados en unos bancos largos paralelos a la mesa. Allí se encuentra con una joven. Es muy bella, de pelo oscuro ensortijado y largo y ojos verdes. Es muy dulce y apacible. Es ese tipo de personas que siempre están seguras de lo que hacen. Le sonríe con dulzura a la fugitiva,  que siente celos de la joven bella.
Del otro lado de la frontera, esperan sus padres. Ahora que está sentada ante esa mesa, con la joven bella del otro lado, frente a ella, la persecución ha cesado.
- Soy Sofía –dice la joven.
La fugitiva no quiere hablar, pero Sofía ejerce una fascinación tan fuerte sobre ella que es imposible no mirarla. Y Sofía parece como si la hubiese estado esperando y espera una señal para actuar o decir algo, pe
ro siempre manifiesta serenidad y parece dispuesta a transmitírsela a Claudia.
- La verdad está en el centro. Hay que llegar a él para encontrarla, aunque no siempre nos agrada su apariencia. La verdad es belleza, sin embargo, no siempre se manifiesta en toda su belleza ante nuestros ojos, que están velados por el humo de nuestra subjetividad.
La presencia inequívoca de la angustia y los leones sueltos en el viento. Soñar despierta, volver a ser quien era.